"El fuego de la palabra" de Selenco Vega


Una de las metáforas más cautivantes de la ensayística del joven Mario Vargas Llosa es "la literatura es fuego" porque señala cómo la creación literaria es sinónimo de insurrección permanente y de actitud crítica indesmayable. Selenco Vega (Lima, 1971) ha tomado dicha metáfora como título de su más reciente libro de ensayos: El fuego de la palabra. Estudios sobre literatura peruana (Lima: USIL, 2011, 154 pp.). Conocido como poeta, cuentista y hacedor de novelas, Vega ha ganado numerosos premios, entre los cuales cabe mencionar el "Cuento de las Mil Palabras" (1995), el "Copé de Oro" en la XIV Bienal de Cuento (2005) convocada por Petroperú y el Premio de Novela Breve "Cámara Peruana del Libro 2009", entre otros. Es autor de los poemarios Casa de familia (1995) y Reinos que declinan (2001); del libro de relatos Parejas en el parque y otros cuentos (1998), y de la novela Segunda persona (2009). En el género ensayístico ha dado a conocer Espejos de la modernidad: vanguardia, experiencia y cine en 5 metros de poemas (2010), texto revisado de su tesis de licenciatura en literatura que sustentó en la Universidad de San Marcos. Su última entrega, El fuego de la palabra, constituye un racimo de artículos que se encuentra dividido en cuatro partes: literatura colonial, poesía, narrativa y traducción*. Vega aborda el estudio de una crónica de Juan de Betanzos (Suma y narración de los incas) para sustentar, sobre la base del enfoque de Martín Lienhard, que allí se advierte la presencia de un texto que evidencia una oralidad quechua transcrita por el cronista, y que existe un entrecruzamiento del discurso del narrador en primera persona con los relatos orales, en quechua, de los informantes correspondientes. En lo que concierne al género poético, Vega analiza los límites de la propuesta poética de Manuel González Prada, pues este escritor innova solo en el aspecto formal y rítmico; pero, en el ámbito de los referentes, sigue siendo un poeta clásico. En otro de los ensayos, Selenco señala cómo hay la presencia de una poética creacionista en 5 metros de poemas; sin embargo, hay una diferencia: Huidobro practica una poesía intelectual; Oquendo pone de relieve lo confesional. Luego se aborda la poética de Carlos López Degregori, quien manifiesta --al decir de Américo Ferrari-- una tentativa por desindividualizar al yo poético, de manera que este último se convierte en un ser indeterminado, como si fuera cualquie hombre sin raíces ni especificidades. Posteriormente, Vega se dedica al análisis de tres poetas de los años noventa: Javier Gálvez (El libro de Daniel), José Cabrera Alva (El libro de los lugares vacíos) y Jaime Rodríguez Zavaleta (Las ciudades aparentes) para calibrar cómo hay una búsqueda de un estilo propio en los tres autores, quienes también asimilan creativamente los aportes de la tradición literaria. En lo que respecta a la narrativa, Selenco examina "Silvio en el Rosedal", uno de los intensos cuentos de Julio Ramón Ribeyro, donde destaca cómo el protagonista principal se encuentra alejado de la lucha por la vida: "Silvio puede por fin perderse como la hojarasca o vagar como un espectro sin rumbo ni destino: El autoengaño ha terminado y su vida se revela por fin como vacío de enigma, como puro hueco existencial que se abre dolorosamente al mundo" (p. 128). Asimismo, en El fuego de la literatura, hay un breve comentario acerca del papel de los diarios en El zorro de arriba y el zorro de abajo, donde se pone de relieve cómo Arguedas tuvo una feroz lucha con las palabra para traducir sus conflictos internos que lo llevarían al suicidio en 1969. Sin duda, los ensayos más polémicos del libro son los centrados en la llamada narrativa de los noventa, pues Vega sostiene que los personajes de Salón de belleza de Mario Bellatin, No se lo digas a nadie de Jaime Bayly y de Al final de la calle de Óscar Malca "distan de ser conciencias problematizadoras de su entorno" (p. 113) y, por lo tanto, si bien tienen actitudes marginales, manifiestan una racionalidad cínica que no cuestiona el medio en que viven. En tal sentido difieren radicalmente de Zavalita, personaje de Conversación en la Catedral, quien se preguntaba de modo insistente: "¿En qué momento se había jodido el Perú?" El fuego de la literatura es un texto que merece ser leído porque resulta siendo una invitación a la lectura de obras fundamentales en el contexto de la tradición literaria peruana. Se trata de un libro miscelánico, por lo tanto, trasunta solo algunas pinceladas, pero que incitan la curiosidad del lector, quien se ve persuadido a releer a ciertos autores imprescindibles como Julio Ramón Ribeyro, José María Arguedas y Manuel González Prada.



*La parte concerniente a la traducción está centrada en el análisis de mi versión al castellano de
Poemas de Paul Éluard (3ra. edición). Como es obvio, no soy la persona más indicada para comentar el mencionado artículo.

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