RUBÉN QUIROZ: DE PIRÓMANO A BOMBERO


Bien decía mi abuela cuando aludía a mis gestos de rebeldía de adolescente: "Eres un incendiario y terminarás como bombero". Esta consigna se puede aplicar a la vida de Rubén Quiroz, quien hace unos años fue protagonista personal de una quema de libros y ahora yace apoltronado en los predios oficiales de la Universidad Complutense de Madrid, donde ha concluido estudios de doctorado al amparo de un bien ganado apoyo de la fundación Ford. Aquel gesto pirotécnico es pasto del olvido y ahora se trata de un investigador que realiza su tesis doctoral en el ámbito de la filosofía y que ha obtenido el Premio Blas de Otero en España. Los tiempos cambian y los gestos también. Hace algunos meses conversaba con este profesor de la Universidad Científica del Sur, quien fuera mi alumno libre de un curso de Poesía Hispanoamericana Contemporánea que dictaba en la Decana, y ahora me encuentro con el último poemario de Quiroz entre mis manos: El derrumbe (Lima: Tranvía Editores, 2008).

Se trata de un libro que profundiza en la poética de la caída, tan cara al Vicente Huidobro de Altazor. El verso de Quiroz hace recordar los experimentos de la llamada poesía conversacional, donde se emplea el verso largo, narrativo, aunque matizado por metáforas corporales y que exploran el tema de los ancestros y de la familia como ejes a partir del cual el poeta erige un tono agresivo de índole contestataria: "Qué hemos hecho con el simio/ con su paisano que interpelaba nubes/ Y olvidaba su nombre en la bruma". Estos constituyen algunos de los mejores momentos del poemario. En otros casos, sin embargo, se abusa un tanto del recurso de la enumeración y el poema se torna innecesariamente largo; da la impresión de que la tonalidad expansiva no se justificara plenamente.

El manejo del ritmo también es algo disparejo. En algunos poemas, la melodía envolvente logra sus mejores frutos: "La herida sin embargo no brota/ no cuaja no cuartea no suscita/ no deviene solo crece y se extiende/ por toda la habitación de las niñas". En otros textos decae y hace que la índole reflexiva pierda algo de fuerza: "todo se ha secado/ arde el Parque de las Leyendas/ el insomnio crece en el bohío".

Al margen de las objeciones antes planteadas, El derrumbe es un poemario que se lee con fluidez y es vivo testimonio de cómo Rubén Quiroz ha sabido conjugar certeramente la filosofía y su invocación a las musas. Por eso, esperamos una nueva entrega de este talentoso poeta.

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