Algo más sobre la "ley pulpín"




            El lenguaje no es un reflejo de la realidad, sino que representa esta última a través de un intrincado juego de conceptos. La moderna lingüística cognitiva, además, sustenta que el pensamiento humano es, en gran medida, de índole metafórica. En tal sentido, las metáforas no solo estructuran nuestro pensamiento, sino también guían nuestras acciones en el mundo. Un aspecto, sin duda, relevante es que las metáforas poseen eficacia argumentativa, pues permiten sustentar nuestro punto de vista y desacreditar la perspectiva ideológica de nuestros opositores.

            El reciente caso de la ley pulpín ilustra cómo el término “pulpín”, en tanto expresión metafórica,  permite desacreditar una ley aprobada por el Congreso de la República y quitarle legitimidad en el concierto de la vida social. Originalmente, la mencionada ley tenía como propósito el de incentivar el empleo, por parte de las empresas, de mano de obra no calificada, representada por más de dos millones de jóvenes entre dieciocho y veinticuatro años de edad. Sin embargo, los opositores a dicho marco legal tuvieron la feliz idea de designarla con el nombre de ley pulpín. Dicha denominación tuvo un indudable éxito en los medios de prensa. La metáfora se había convertido en un enunciado de enorme fuerza persuasiva que poseía la solidez de un argumento. Como dicen Chaïm Perelman y Lucie Olbrechts-Tyteca, “No solo la argumentación concreta implica la existencia de clasificaciones, sino que a veces incluso tales clasificaciones permiten descalificar lo que no se inserta en ellas y, por esta razón, parece defectuoso” (2006, p. 208).
            Veamos el origen de la palabra. El término “pulpín” procede de la jerga callejera y remite a una bebida de néctar llamada “pulp” cuya publicidad parecía estaba dirigida a los menores de edad debido a su diseño infantil: “El producto tiene un envase de cartón con una forma semi triangular, buscando darle la forma de un auto, para ello utiliza colores llamativos y dibujos en todo el envase” (Anónimo, 2014). Si seguimos la lógica de los emparejamientos metafóricos establecida por Georges Lakoff y Mark Johnson (1990), podemos afirmar que la ley está dirigida a jóvenes concebidos como seres con falta de inteligencia y, por ello, evidencia la noción de que los muchachos de dieciocho o veinte años de edad son susceptibles de ser manipulados por un discurso que, a la manera de un texto publicitario, tiene como objetivo el de arrasar, de modo encubierto,  con los derechos laborales de los jóvenes.  Por eso, “pulpín" se asoció con el término popular “monse” o “sonso”.
           
            Además, Perelman y Olbrechts-Tyteca señalan el papel del ridículo en la argumentación: “El ridículo es lo que merece ser sancionado por la risa (…). Esta última es la transgresión de una regla admitida, una forma de condenar una conducta excéntrica, que no se la juzga bastante grave o peligrosa para reprimirla por medios más violentos” (2006, p. 321-322). Cuando una ley es calificada de “pulpín” se busca provocar la risa en el auditorio, el cual no la tomará en serio porque viola los principios de la lógica, pues un mecanismo legal no puede ser calificado como un sinsentido o un absurdo. Se trata de reírse no solo de un marco jurídico, sino también del Congreso y, por extensión, de la poca legitimidad de los Poderes del Estado que se han desarrollado a espaldas de las demandas del pueblo y no han establecido una auténtica democracia con igualdad de oportunidades para todos.
            La ley pulpín quitaba derechos a los jóvenes, por ejemplo, no admitía la posibilidad del pago de cuenta de tiempo de servicios y establecía el principio de desigualdad en el ámbito laboral. Dicha injusticia y falta de equidad evidencian cuán desigual es la sociedad peruana y de qué manera trata, de modo discriminatorio, a los muchachos entre dieciocho y veinticuatro años negándole oportunidades de ingresar a un puesto de trabajo en igualdad de oportunidades. La metáfora ley pulpín tuvo una repercusión ostensible y desacreditó, desde el punto de vista argumentativo, la seriedad de  dicho marco legal ridiculizándolo y provocando la risa del auditorio. El orador había persuadido a su audiencia a través del acertado uso de un procedimiento metafórico. Al fin y al cabo, el pensamiento humano es, como lo dicen Lakoff y Johnson, de naturaleza metafórica.

Anónimo (2014). “Cónoce de dónde proviene el término ‘chibolo pulpín’” .http://www.rpp.com.pe/2014-12-18-conoce-de-donde-proviene-el-termino-chibolo-pulpin-noticia_752140.html (Recuperado el 17-02-15).
Perelman, Ch. & Olbrechts-Tyteca (2006). Tratado de la argumentación. Madrid: Gredos.

Lakoff, G. & Turner, M. (1990). Metáforas de la vida cotidiana. Madrid: Cátedra.

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