DOS POEMARIOS DEL NORTE Y UNO DEL SUR


Acabo de releer tres poemarios: La vestimenta de los días, de César Olivares (Lima: Ornitorrinco, 2009); Danza finita, de Stanley Vega (Lima: Hipocampo, 2009), y Detritos, de Wilver Moreno Tineo (Lima: Paracaídas, 2009). Solo el primero se sitúa en el ámbito de la poesía conversacional; los otros dos vates intentan la concisión verbal y recuerdan los recursos de los poetas del cincuenta.

Olivares (La Libertad, 1979) obtuvo el primer premio en los Juegos Florales de la Universidad de Trujillo. La vestimenta de los días es un poemario quizá demasiado extenso, pero que, en sus mejores momentos, afila un ostensible temple lírico donde abundan las metáforas salpicadas de atmósfera cotidiana: "En este pequeño espacio yace el esqueleto de un insecto/ (o mirándolo bien un verso caligrafiado por la resaca)"; "Todo sigue igual/ Los juguetes reposan como veleros / extraviados en la sombra". Se podrían multiplicar los ejemplos. El poemario se halla dividido en dos partes y un epílogo. En la primera ("Atuendos familiares") se yuxtaponen estructuras lúdicas con la reflexión acerca del hogar como el espacio donde reinan (o, muchas veces, se quiebran) las ilusiones y la apacibilidad. Olivares explora la relación entre el padre (o la madre) y el hijo a través del hilo de las metáforas y de las estructuras anafóricas. En la segunda ("De calzados y tristezas") retorna al universo de la infancia y cavila sobre el tiempo: "El tiempo no ha corrido/ bajo los arcos/ de la casa/ Un/ sombrero/ gris/ anuncia/ el envejecimiento/ prematuro de las ideas". En la última parte ("Epílogo"), el yo poético se centra en el recuento de su propia vida enfatizando que la soledad permite la inexorable liberación de su ser.

Olivares maneja con acierto el ritmo de los versos que se desliza como un río a lo largo de la página; a veces, confía, tal vez en exceso, en su capacidad de síntesis y ofrece escuetos poemas (en la subparte "Presagios"), donde la reflexión no cuaja plenamente. Sin embargo, La vestimenta de los días es un promisorio primer libro porque aborda, con hondura, temas como el hogar, la vigilia y el inexorable paso de la vejez. Esperemos una segunda entrega para que el joven poeta forje un estilo propio e intransferible.


A diferencia de Olivares, Stanley Vega (Santa Cruz, Cajamarca, 1972) no emplea el poema extenso, sino que prefiere la concisión. Danza finita es un libro de atmósfera sombría pero sugestiva. El yo poético afima que siempre habrá invierno en su interioridad y que el lenguaje, con asiduidad, será turbulento. La monotonía y la oscuridad parecen imponerse en el universo representado: "Sólo hay luz para inventar/ nuestros pasos.// No vuelvas a los ojos/ hacia atrás.// La oscuridad te tragará". La existencia parece carcomida por la decrepitud. Nada poseemos: todo se desliza, de modo inacabable, hacia el abismo de la muerte. El mundo es, acaso, sinónimo de un endeble pilar que se deshace: "No hay nada/ en qué aferrarse.// Ni siquiera/ los vellos luminosos/ de tu sexo/ pueden salvarme/ de esta caídad inevitable". Todo parece conducir al mismo lugar, pues aparece la mueca de la monotonía al final de la dura jornada cotidiana.

Stanley maneja, con sindéresis, el escandido de los versos y el flujo de las metáforas. Me cautivan estos versos algo irónicos: "Ocurre que Dios/ de pronto quiso verse/ frente al espejo/ y sólo vio/ el aire/ que flotaba en silencio". Sin duda, Danza finita constituye un poemario digno de relieve en el año que fenece por su capacidad de impregnar un hondo sentimiento a los más cercanos objetos del mundo cotidiano para meditar sobre el carácter siempre efímero de nuestra existencia. No sé por qué dicho libro me trae a la memoria la filosofía de Arthur Schopenhauer, quien afirmaba que el mundo era sinónimo de dolor y que únicamente nos quedaba contemplar cómo el sufrimiento y la rutina hacían estragos sobre nuestros cuerpos acaso roídos por el tiempo.


Distinta es la óptica de Wilver Moreno (Ayacucho, 1982), quien en Detritos ofrece nueve poemas acerca del cuerpo (tema tan caro a César Vallejo, Blanca Varela y Jorge Eduardo Eielson). Las manos se asocian con la decrepitud; el cuerpo se ve absolutamente desprovisto de sus miembros; asoman imágenes donde prepondera el erizamiento del espacio corporal. Vemos cómo el tiempo parece producir un temblor de la piel: "por el cuerpo de la calle// Mi cuerpo tiembla".
En lo que respecta al estilo, se suprimen los artículos ("ojo austero, que reprimes diente") y se utilizan, con profusión, las aliteraciones. Eventualmente, se suprime la puntuación a la manera de los surrealistas franceses para dejar que fluya el hilo del pensamiento.


En fin, tres poemarios: dos autores del norte y uno del sur. Ello evidencia cómo la creación poética llega desde Trujillo, Cajamarca y Ayacucho con inusual fuerza. Esperemos que la hermosa plaga de la poesía se siga propagando por todos los departamentos del país.


Comentarios

Los libros que acabas de leer son interesantisimos. Cliquea aqui para que veas las entrevistas hechas a Sergio Ocampo Madrid y Margarita Garcia Robayo, escritores colombianos.
http://libertadperiodistica.com/
Artur Letai dijo…
Le agradezco por esta entrada, que fue de mucho agrado y gran utilidad. Es realmente bueno saber que, en un blog tan relevante como este, se habla de poesía actual, probablemente la poesía que está haciendo historia sin que podamos siquiera notarlo aún.
Anónimo dijo…
Your blog keeps getting better and better! Your older articles are not as good as newer ones you have a lot more creativity and originality now keep it up!
de estso tres poetas puse en mi blog sss poemas, para que la gente pueda leerlos... www.angelesdelpapel.blogspot.com
Anónimo dijo…
Dr. Cozman, ¿hará un recuento de libros que le parecieron interesantes?


Saludos desde Huánuco
Anónimo dijo…
Dr. Cozman, ¿hará un recuento de libros que le parecieron interesantes?


Saludos desde Huánuco
Anónimo dijo…
¿Acepta revistas literarias entregadas en sus manos, luego de salir de clases?

Espero que sí, porque allá voy

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